Geografía de la inmanencia
Una de las cosas que considero cruciales es descubrir que, para comprender alguna cosa del mundo no es necesario hacer la geografía de eso que se ve, sino sobre todo hacer la geografía del espacio oscuro que tenemos en la mente.
La fuerza de la imaginación anima todo el proceso del conocimiento del entorno. El paisaje, o la representación de aquello que nos sugiere un placer por la contemplación de las formas, puede ser la causa que nos invita y genera en el alma el primer impulso para viajar a países remotos.
Dicho esto, la geografía se concibe como un modus operandi para pensar y crear mapas mentales. Es, en cualquier caso, una forma de afrontar el concepto de un mundo compuesto por diferencias, fuerzas y flujos en constante transformación. Estos conceptos no buscan reconciliar las contradicciones ni apuntan hacia un fin absoluto; más bien, afirman la pluralidad, la creación y el cambio constante sin necesidad de una totalidad trascendente.