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La garganta de Fígaro


Lefebvre nos habla en su construcción del espacio¹ que para destruir una sociedad los conquistadores arrasaban sus monumentos con el fuego o la demolición. Hoy día no hace falta destruir nada, se autodestruye con una oferta turística “bien” diseñada. ¿Quién puede vivir cerca de un reclamo turístico? David Harvey² dice que el turismo expulsa al habitante. No quiero convertir esto en una crítica ciudadana contra la turistificación. Mi interés se centra, en este contexto, en cómo nos influye todo esto a la hora de pensarnos. Debemos seguir “vendiéndonos” o empezar a “construirnos”. 

Vivo en Triana, y desde hace un tiempo, tengo la sensación de formar parte de un decorado. Como Fígaro³, me muevo entre fachadas, ritmos rápidos y bandas de tambores y cornetas. La experiencia inmersiva completa en la que Truman Burbank siente al descubrir que su vida entera es un plató⁴.

Lo rentable está en ponerse a la venta. Diseñar bien el atrezzo. Diseñar con un toque nostálgico sin esperar que lo mejor está por llegar. Lo mejor de nosotros parece que ya se fue. Debemos diseñar con nuestro disfraz de Barbero y utilizar la tipografía más auténtica para engalanar a Rosina y portarla en los brazos del Conde Almaviva.

Diseñamos para ser observados, para cumplir el guión de lo esperado. Diseñamos, como la Triana ausente, bajo la dirección de un espectador invisible que siempre espera lo típico... pero con duende.

Triana ya no existe. Al menos no como se proyecta en la mente del que ha oído cómo la canta Fígaro. Triana no existe. Existe el simulacro de Triana⁵. El diseño que decora sus calles, sus bares temáticos. No produce ciudad, produce representaciones de ciudad. El diseñador “local” ya no hace falta. Entra en escena el diseñador de fuera como el escenógrafo de una ópera donde representa la obra que todos esperan ver. Lo auténtico se ha convertido en una trampa. Ahora es un reclamo de consumo. Si alguien quiere una experiencia auténtica de Sevilla que se den un paseo por las Tres Mil viviendas. Aquí el diseño no se atreve a engalanar balcones, a no ser que sea para tapar o cubrir la realidad.

Guy Debord ya hablaba de la "ciudad escaparate"⁶, y Luc Boltanski y Ève Chiapello nos advirtieron que el capitalismo ha aprendido a usar lo alternativo como materia prima⁷. Todo lo que antes era resistencia, ahora se vende como lifestyle. Parece que el único papel de Fígaro es decorar y alegrar las calles con alegría. El diseño se ha vuelto la boutique de lo alternativo. Si ya no existe resistencia, si no existe alternativa, entonces estamos todos vendidos.

¿Existe la posibilidad de construirnos?¿Existe una ética del diseñador en este contexto? Difícil. Porque una ética requiere no solo un "para qué" sino un "desde dónde". Y ese "dónde" está en crisis. Diseñamos para algoritmos, para turistas, para followers. Triana se prepara para la visita, y Rossini prepara el escenario para la llegada de su público.

Lo auténtico ya no basta. Lo auténtico hay que escenificarlo. El "design thinking" nos propone centrarnos en el usuario. Pero ¿quién es el usuario? ¿El algoritmo? ¿La IA que premia lo que más se parece a lo que ya funciona? El diseño no está exento de ideología. Y pensar que lo estético es neutro es uno de los grandes fraudes contemporáneos. Detrás de cada elección formal hay una toma de posición, aunque sea por omisión.

¿El diseño puede ser otra cosa?. ¿Puede ser una herramienta para imaginar alternativas? ¿Para pintar encima del souvenir? ¿Para abrirse a otros mundos? No se trata de volver una y otra vez a lo mismo, porque lo mismo ya no existe. Se trata de aceptar lo nuestro, sin disimulo, sin una estrategia de enmascaramiento. La garganta de Fígaro ya no es la misma. Se parece a la de Cohen o a la del viejo Sabina.

Hay que ir descartando el diseño zombi. El que sigue funcionando pero ha perdido el alma. El que se mueve por inercia, por métrica, por likes. Un diseño sin conflicto, sin duda, sin cuerpo. El diseño fantasma no muerde, pero tampoco late.

Se puede cantar desde la profunda ronquera. Desde el desgaste si me apuras. Desde la sospecha. No para resolver, sino para provocar. No para adornar, sino para dejar en evidencia. Diseñar, como quien escribe una carta que no espera respuesta. 

Porque si el diseñador no puede permitirse introducir ideología, entonces solo se dedica a pintar escenarios. Y eso no construye nada, eso es decorar la jaula.

¿Queremos cantar para gustar o para gustarnos? ¿Queremos seguir haciendo postureo costumbrista o podríamos imaginar otros puntos de vista? 

Podemos agarrarnos a la vieja garganta de Fígaro y cerrar el Gran Tutti Final con un último suspiro que diga:

“Amore e “molteplicità” eterna si vegga in noi regnar!”⁸

……….

¹ Henri Lefebvre, La producción del espacio, Ed. Capitán Swing, 2013.

² David Harvey, Rebel Cities: From the Right to the City to the Urban Revolution, Verso Books, 2012.

³ Gioachino Rossini, Il barbiere di Siviglia, 1816. 

⁴ The Truman Show (1998), dirigida por Peter Weir, muestra a un hombre cuya vida ha sido filmada sin su consentimiento dentro de un gigantesco decorado televisivo. Una alegoría perfecta de la hiperexposición contemporánea y la estética del simulacro.

⁵ Jean Baudrillard, Simulacres et Simulation, Éditions Galilée, 1981. Según Baudrillard, el simulacro no es solo una copia de la realidad, sino que sustituye a la realidad misma: una hiperrealidad donde ya no hay diferencia entre lo real y su representación.

⁶ Guy Debord, La société du spectacle, Buchet-Chastel, 1967. Debord analiza cómo la vida moderna se ha transformado en una acumulación de espectáculos, donde lo vivido se ha sustituido por su representación mediática.

⁷ Luc Boltanski y Ève Chiapello, Le nouvel esprit du capitalisme, Gallimard, 1999. Los autores analizan cómo el capitalismo contemporáneo incorpora los valores críticos, alternativos y creativos para regenerarse y mantenerse vigente.

⁸ En la ópera, Fígaro encarna la figura del mediador vivaz, popular y escurridizo. Su canto expresa una autenticidad fabricada, una voz del pueblo que, paradójicamente, está escrita para entretener a la aristocracia. La cita final se ha modificado para incluir 'molteplicità' en lugar de 'fede', subrayando la tensión entre fidelidad a uno mismo y una autenticidad múltiple y construida.