Oog - Canción de cuna
Este trabajo es un cuento animado de tres minutos. Un viaje corto pero espeso que se sitúa entre dos mundos: el de lo real y el del sueño. Pero en vez de hablar de uno u otro, “Oog” se instala en el “entre”, en esa zona gris que no es ni vigilia ni inconsciencia, sino tránsito, traducción. Ahí sucede todo.
Lo que me interesaba era narrar ese momento en el que la mente empieza a desactivar el lenguaje y activa la imagen. Una suspensión. Y ahí aparece Oog, que no es un personaje, ni una figura definida, sino una especie de mediador entre lo sensible y lo intangible. Un chivato, un guía, una criatura contradictoria que dice mentiras para contar verdades. Como los buenos cuentos.
He trabajado la ilustración como si fuera un líquido, difícil de atrapar. Todo está hecho a la vez: música, voz, imagen y texto se mezclan sin jerarquía, buscando una forma de sincronía más emocional que narrativa. No hay storyboard. Hay intuición. Hay caos. Y luego, horas de lucha para ordenar la masa gráfica y darle algo de ritmo. La forma emerge de la materia a través de líneas de fuga.
En el fondo, Oog plantea una duda: ¿son nuestros pensamientos carne también? ¿Las imágenes que soñamos tienen cuerpo? Hay aquí un intento por ilustrar lo que no se puede ver, lo que apenas se puede rozar. Diría que son imágenes sintomáticas: no representan, sino que insinúan, como un síntoma que delata algo que no se puede decir del todo.
El ojo, protagonista implícito de este cuento, es traicionero. Cree lo que ve, pero también inventa lo que necesita ver. En eso se parece al diseño cuando se olvida de su función crítica. Por eso aquí no hay mensaje cerrado ni solución visual. Hay una pregunta que rebota: ¿qué vemos cuando cerramos los ojos?
En términos formales, el color es tratado como campo dinámico. No lo pienso como “paleta”, sino como energía que se expande o se contrae según el espacio interno que se quiere generar. La línea, en cambio, es el freno. La contención. Lo que da ritmo a esa expansión. Como un diapasón entre lo que se escapa y lo que se sostiene.
Podría decir que Oog es una Venus remezclada, un Angelus Novus sin destino, un ojo holandés que ha visto demasiadas cosas. Pero prefiero decir que Oog es una excusa. Un ejercicio gráfico para explorar la frontera entre lo mental y lo material. Entre la ficción y el cuerpo. Entre el diseño y la alucinación.



